Y fue entonces cuando sucedió.
Todo a su alrededor se hundió en la más profunda oscuridad y no pudo dar ni un paso más. Nada, ni siquiera las lices de emergencia, habían sobrevivido al último temblor. Sabía que la electricidad no aguantaría demasiado pero… esperaba estar equivocado.
Los gritos de las personas atrapadas llegaban hasta el superhéroe. Su hermana estaba allí, por el amor de Dios… Y él no podía moverse, ni siquiera podía alargar el brazo; notar la pared le daría seguridad, sólo estaba a unos metros… pero no podía alcanzarla.
Su estómago empezó a revolverse; su mente, a funcionar demasiado deprisa. Los ojos se le movían de un lado a otro con rapidez, tratando de visualizar algo, lo que sea; hasta una rata le valía. Pero no fue eso lo que vio. Sombras cambiantes le miraban desde todas partes, flotando en esa maldita oscuridad. «Es sólo tu imaginación», pensó, pero aun así no se tranquilizaba porque ¿y si eran reales? ¿Cómo se defendería si su fortaleza residía en la luz? En esos momentos estaba indefenso, nada le diferenciaba de un hombre corriente…
Una gota de sudor le resbaló por la sien, recorriendo su perfil hasta acabar colgando de la línea de la mandíbula. Le ponía de los nervios de los nervios que no cayera y se quedase ahí, desafiando a la gravedad. Quería limpiarsela pero ni siquiera podía hacer eso. Dios, era tan frustrante…
Un nuevo temblor.
Un trozo de techo cayó a su lado, habían escuchado incluso el silbido del material al desplomarse junto a él. Casi inmediatamente después un grito familiar recorrió los túneles. Los ojos se le abrieron de auténtico terror.
Lydia, algo le había pasado a Lydia.
Su cuerpo convulsionó, temblando sin tener muy claro si era de miedo o de rabia. Quería ayudar. No, DEBÍA ayudar; no sólo a su hermana sino a todos los que estaban atrapados en los vagones del metro. Contaban con él.
Trató de controlar su respiración, tal y como Lydia le había enseñado cuando le confesó su miedo. Tras unas cuantas bocanadas de aire, intentó mover un brazo. No hubo resultados.
– Venga ya, maldito miembro inservible. ¡Muévete!
De pronto, estalló en risas. El brazo seguía sin moverse… pero los dedos habían reaccionado. Aún había esperanzas. Poco a poco, sin dejar de respirar hondo, sus extremidades respondían, dándole de nuevo la capacidad de moverse. Podía hacerlo. ¡Podía e iba a rescatarlos! Con pasos pequeños al principio se apoyó en la pared, guiado por los gritos de auxilio.
Tras algunos minutos, llegó. Los vagones del tren estaban llenos de personas de todas las edades, agazapados entre los asientos. Varios aún tenían sus móviles, tratando de alcanzar algo de cobertura.
Sin más, cogió la energía de la luz que los móviles desprendían y la llevó a sus brazos dotándoles de la fuerza necesaria para romper las puertas. La gente, al principio asustada y sorprendida, al darse cuenta de quien los salvaba, vitorearon su nombre, estallando en aplausos.
Cuando se calmaron, preguntó a un par de personas por su hermana. Nadie la había visto desde que salió en busca del superhéroe. Muchas no se atrevían ni a mirarle, avergonzados, pues sólo Lydia había confiado en que vendría a salvarlos…. y ahora, su hermana no sólo tenía razón sino que se había perdido. El superhéroe, lejos de enfadarse con ellos, les animó diciéndoles que no era su culpa. Sabía del espíritu inquieto de su hermana, tarde o temprano habría salido tratando de buscar una solución por sí misma.
Organizó a las personas y utilizó la energía de los móviles y demás dispositivos para formar con su cuerpo un pequeño refugio sobre ellos, protegiendoles en caso de que cayese otra vez algo del techo. Poco a poco, y sin dejar a nadie atrás, les guió hacia la salida. Recuperando de nuevo su forma natural, se quedó a las puertas, mirando hacia la oscuridad de los túneles. Una niña tiró de su pantalón, instándole para que saliera con el resto a la superficie, pero el superhéroe se negó. Su hermana seguía allí dentro.
Un escalofrío recorrió su espalda al pensar que tenía que volver a entrar. Su miedo estaba ahí, sacando las garras dispuesto a atacar en cualquier momento. Pero ahora sabía que podía vencerlo.
Por Lydia.
Por él mismo.
¡Hola!
Acabo de leer tu relato y he de decir que me ha encantado. Me gusta mucho la manera que tienes de escribir y de hacer que el relato fluya. ¡Enhorabuena! Espero leer pronto otros relatos tuyos, tanto dentro de los 52 como fuera. Así que me quedo por aquí y te sigo.
Si quieres leer los míos, están en mi blog de escritora, eres bienvenida 🙂
¡Un abrazo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchas gracias por tu comentario y bienvenid@ a la familia! Me alegra que te haya gustado, de verdad. Espero verte muy a menudo por aquí y que disfrutes del resto de relatos y entradas.
¡Muchos besos!
Fdo. La Rana Lectora.
Me gustaLe gusta a 1 persona